No hay dos vinos iguales, sin embargo, las botellas por lo general suelen ser bastante parecidas en cuanto a diseño. Casi todas ellas tienen una estructura y componentes muy similares, y detrás de cada uno de ellos hay una razón. Al final, su aspecto está diseñado pensando siempre en el sabor del vino y en que éste mantenga el 100% de sus cualidades desde que se produce, hasta que llega a nuestros paladares.
#Cápsula
Comencemos por el principio. Lo primero que nos vamos a encontrar es la cápsula. Este precinto identificativo además de llevar el nombre y el emblema corporativo de la bodega, sirve para proteger el corcho, tanto de la humedad como de posibles insectos. Por otro lado, estéticamente sirve para que el consumidor vea que la botella no se ha abierto.
#Tapón de corcho
Debajo de la cápsula nos encontramos con el tapón de corcho. Éste tiene una doble función, la primera de ellas es sellar la botella impidiendo que el líquido del interior se salga. La segunda es permitir que, a través del corcho, el vino “respire” poco a poco, consiguiendo una oxigenación paulatina que tiene como resultado una evolución en su sabor final.
#Cuello
Entre el cuerpo de la botella y la parte más exterior del corcho tenemos el cuello de la botella. Esta parte es quizá la que más varíe según los gustos particulares de cada bodega, sin embargo, podemos establecer una media de entre 5 ó 6 centímetros de extensión. Además de comunicar la botella con el exterior, el cuello cuenta con un pequeño espacio pensado para las posibles expansiones y contracciones del vino ante cambios de temperatura.
#Hombros
Esas líneas curvas que unen el cuello de la botella con el cuerpo de la misma son los hombros. Más allá de servir de unión entre ambas partes, cumplen también una función muy importante que influye notablemente en el resultado final. En esta parte de la botella reposan acostadas las borras (partes orgánicas del vino) que son más propias de los vinos tintos. Por ello, suele haber dos tipos de botellas, las ‘Burdeos’ utilizadas en los vinos tintos y con cuerpo, y las ‘Borgoña’, para blancos y espumosos, cuyos hombros son menos pronunciados que los primeros.
#Cuerpo
Debajo de los hombros nos encontramos con el cuerpo de la botella. En él se almacena el vino, y su tamaño está condicionado según la botella. Por norma general, las medidas de las botellas más populares es de 75 cl, aunque también podemos encontrarnos otras superiores como las ‘mágnum’.
#Color
Puede parecer un tema estético o tradicional pero no es así. Ciertos tipos de vinos son fotosensibles, concretamente, los tintos. Esa es la razón por la que la gran mayoría de las botellas que albergan este tipo de bebida estén hechas en un color verde oscuro, evitando así la incidencia de las radiaciones ultravioletas. Algo que no ocurre con la mayoría de los vinos blancos, que suelen embotellarse en vidrio transparente.
#Pie
Al final de la botella nos encontramos con su ‘pie’. Este es muy característico, ya que en todas las botellas tiene forma cóncava hacia el interior de la botella. Hay tres razones por las que el final de las botellas están diseñadas así. El primero de ellos es una razón física. Las botellas con una pequeña concavidad hacia su interior son más resistentes a los golpes, y por tanto, a las roturas. La segunda es para facilitar que los sedimentos o ‘posos’ del vino se queden en la parte final y no se mezclen con el líquido. Y la tercera, para que al servirlo podamos ayudarnos de este hueco para meter nuestro pulgar y podamos servir el vino de una manera más estética.
Ahora que ya conoces las diferentes partes de la botella, ¿qué tal si pasamos a disfrutar del vino?