A la hora de realizar una cata, el sentido de la vista es el primero que empleamos para ir determinando las características del vino. Hoy vamos a profundizar en cómo influye este sentido en dicho momento.
Una primera aproximación gracias a los colores
Una vez servido el vino en la copa, procederemos a inclinarlo en un ángulo de 45 grados ante un fondo blanco. Este bien puede ser la pared, un papel o una servilleta. Gracias a este movimiento observaremos la formación de una especie de ‘lengua’.
Fijándonos detenidamente en su borde podremos saber si es un vino joven o viejo. Por ejemplo, en el caso del vino tinto si el borde es rojo amarronado se tratará de un vino viejo, frente al borde rojo intenso de un vino joven. En el caso de los blancos sucede al revés: el color amarillo será más intenso en un vino añejo.
A continuación, se valorará la intensidad del color. Para ello observaremos el centro de la copa y así podremos apreciar o no su fondo. Si se trata de un vino con poca densidad, podremos ver el fondo de la copa mientras que, si no podemos verlo, estaremos ante un vino con mucho cuerpo.
La limpidez y la brillantez: otros aspectos fundamentales que se estudian gracias a la vista
El siguiente paso será analizar la limpidez o transparencia. En ocasiones, el vino presenta cierta turbidez. Para descubrir si estás ante uno de esos casos tendrás que mirar la copa a trasluz. Si al hacerlo notas partículas suspendidas en el vino, se trata de un vino turbio.
Al hablar de brillantez estaremos estudiando la capacidad que puede tener el vino para reflejar luz. De forma general, el vino joven es más brillante y va dejando de serlo a medida que pasa el tiempo. Por otro lado, el brillo también se va perdiendo cuando una botella lleva mucho tiempo abierta.
Fluidez o viscosidad: las lágrimas del vino
Cuando hablamos de la fluidez nos estamos refiriendo a la untuosidad del vino. Para apreciar esta característica nos fijaremos en las conocidas ‘lágrimas’ que quedan en las paredes de la copa al mover el vino. Observaremos la cantidad de las mismas y cómo van descendiendo, lo que también nos dará una pista sobre la graduación alcohólica del vino.
Cuanto más alta sea la graduación de alcohol, más lágrimas contemplaremos. Pero hay que aclarar que este no es el único factor que interviene. Hay que considerar otros compuestos como el glicerol o los azúcares que influirán en la viscosidad de la lágrima.
Además, también debes fijarte en la velocidad con la que caen las lágrimas. Si lo hacen de manera lenta quiere decir que el vino tiene una mayor densidad.
Poco a poco iremos hablando sobre cómo influyen los demás sentidos a la hora de catar, pero si quieres tener una aproximación a todos ellos no te pierdas nuestro post sobre las diferentes fases de la cata.